La literatura es sólo lenguaje, pero el lenguaje está cargado de tiempo, de tiempo significante, y a esa fatalidad de transmitir el tiempo significante no puede escapar ningún escritor.
Manuel Vázquez Montalbán
Introducción
Es casi un lugar común afirmar que de la larga trayectoria literaria de Manuel Vázquez Montalbán la zona más opaca, menos analizada y, quizá, menos valorada por la crítica, sea la poesía. Hay causas objetivas que, en buena medida, lo explican: es autor de una amplísima, casi abrumadora, obra narrativa; el periodismo y el columnismo ha situado en el centro de atención de un muy alto porcentaje de lectores sus reflexiones sociológicas y políticas; su dedicación al ensayo y al memorialismo colectivo han tenido una presencia de primer orden en nuestra realidad literaria. Y hay una causa subjetiva: su poesía contestó el canon culturalista de la época manteniendo una mirada crítica sobre el mundo, apostando, más que por una poesía de la cultura sustentada en la cultura, tan propia de sus coetáneos a finales de los sesenta y principios de los setenta, por una poesía de la vida, de la existencia, sin eludir sus contradicciones.
En coherencia con ello, Manuel Vázquez Montalbán es autor de una obra lírica heterodoxa y muy poco divulgada —por tanto, sólo muy parcialmente conocida—. Ésta fue construida lentamente, a lo largo de casi cuarenta años, y se inició a mediados de la década de los sesenta, cuando el poeta se encontraba en la cárcel por su militancia antifranquista. En ese tiempo, Vázquez Montalbán construyó un mundo poético reconocible y sólido compuesto por siete libros y por algunos textos inéditos. En sus poemas está la realidad sin ser una poesía realista; hay búsqueda de nuevos significados del lenguaje sin ser poesía experimental; está profundamente teñida de cultura sin ser culturalista; se nutre de la experiencia, de la memoria y de lo cotidiano sin ser poesía experiencial en el sentido más convencional y gastado del término.
Nueve novísimos [poetas españoles] (Barral, 1970)
Edición/compilación de Josep Maria Castellet con poemas de los 9 magníficos: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Alvarez, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix, Leopoldo María Panero.
Vázquez Montalbán formó parte de Nueve novísimos. Es,en consecuencia, hijo literario de un tiempo de grandes conmociones estéticas, en el que la ruptura con la poesía social y con el realismo entendido en un sentido amplio se traduce en una hegemonía entre culturalista, experimental y barroca. Lo que se dio en llamar «generación del lenguaje» ocupó el lugar que hasta finales de los sesenta vino a ocupar la estética de la generación del 50. Sin embargo, conviene resaltar un aspecto que es vertebral en la poesía de Vázquez Montalbán y que lo singulariza con respecto a sus compañeros de antología: no renuncia el componente crítico de la poesía social ni a los vínculos con lo cotidiano de la obra de los poetas del medio siglo.
En consecuencia, estamos ante una poesía de la experiencia entendiendo ésta como totalidad y con un planteamiento formal innovador. La experiencia que Manuel Vázquez Montalbán convierte en verso es poliédrica: en ella convive el sueño con lo imaginario, la experiencia estética con los distintos estados de conciencia frente a la Historia y frente a la intimidad, incluida la relación amorosa. Y se alternan e interrelacionan la memoria íntima y la memoria colectiva. Por tanto: incorpora a su visión crítica de la realidad, del mundo, algunas innovaciones procedentes de las vanguardias y no renuncia a la experimentación, a lo irracional. A ese respecto no hay más que leer el texto de agradecimiento con que abre Memoria y deseo , su poesía reunida, un texto que publicó por vez primera como pórtico a su primer libro, Una educación sentimental . En él están presentes Vicente Aleixandre y Jorge Guillén, Bertolt Brecht, Eliot y Gil de Biedma, Miguel Hernández; José Agustín Goytisolo y Gabriel Ferrater, Carlos Marx, Vinyoli y Paul Anka o el Dúo Dinámico, entre otros. Todos estos nombres expresan la polifonía de la deuda que asume el poeta barcelonés.
En ese sentido, Vázquez Montalbán fue, de Nueve novísimos, el poeta con menos prejuicios con respecto a la tradición inmediata. Aunque fue crítico con la reiteración de la poesía social, no tuvo ningún problema en asumir su fondo de insumisión. Aunque se empeñó en la búsqueda de un nuevo lenguaje al calor de las vanguardias europeas, no desdeñó la herencia cultural que, a través de la radio, ofreció a su generación la copla. Con esos ingredientes, fue edificando una obra compleja que si bien puede ser contemplada como un amplio collage , se caracterizó por la coherencia, por su carácter unitario y por ofrecernos un mundo absolutamente personal: una Barcelona cuyo origen forma parte de su mitología personal —el barrio del Raval— que es, a la vez, una ciudad con vocación universal.
La apuesta de su primer libro
Vázquez Montalbán publica Una educación sentimental en 1967. Es un primer libro maduro en el que afirma una identidad hecha con la memoria de los antepasados y con la propia memoria. Lo abre un poema que el paso del tiempo ha convertido en emblemático: «Nada quedó de abril». Lo cual quiere decir que en el origen de la formación de su identidad está abril .
Un abril con una doble capacidad simbólica: el abril de la República y de la luz («Era distinto abril, entonces / había alegría, y rastro de mejillones en la escollera»); el abril de la derrota y del silencio («los geranios se agostaron en cenizas amarillas / luego / volvieron otras tardes de abril, no aquéllas / muertas / muertas ya para siempre»). Ese abril adquiere distintos matices a través de la sucesión de imágenes y de pequeñas historias que hacen del libro un recorrido por los escenarios y por las claves culturales de la posguerra y por las distintas fuentes de formación cultural y sentimental de la generación del poeta.
El más directo realismo convive con las fórmulas vanguardistas, la cultura anglosajona y su trasfondo de modernidad con la experiencia carcelaria de un preso político, el amor idealizado al calor de la lucha política clandestina con el descubrimiento del sexo, Conchita Piquer y su «Tatuaje» con «Los Beatles» y con el twist .
Twist
A Vicente Aleixandre y «el vals»
Esta orquesta que destruye
la geometría del ataúd, lo amargo
de un hongo de ceniza
no
no canta para lentos modernistas
con serrín en los ojos, en el pelo
canta para incómodas muchachas
con sostenes de esparto y vello
en un pubis punzante
muchachos
con cabellos teñidos y la bandera
de su camisa a media asta
ya
a la playa llegaron restos
de todos los naufragios, cadenas
del no faltaba más, con Dios,
siempre a sus pies
de valses como goma
de gomosos y faldas como colas
de cocodrilos exiliados
nada inocente
nada sorprendente oh difunta sabiduría
del sorprenderse
canta un melenudo asceta
la noche complica la soledad, young
alone by by
y sin embargo añoramos
al uomo in frac con chistera y suicidio
que combatía a la muerte con un Yo os amo.
Del primer al último poema de Una educación sentimental Vázquez Montalbán nos muestra las distintas caras de ese abril que acaba por ser metáfora de su historia personal y de nuestra historia colectiva. Pero hay otro abril, con una poderosa carga cultural, metaliteraria: el abril de Eliot, «el mes más cruel».
Movimientos sin éxito : la sombra de T.S. Eliot
Será Eliot, precisamente, la presencia más significativa en Movimientos sin éxito (1969), su segundo libro, escrito también durante su «estancia» en la cárcel de Lérida. Vázquez Montalbán afronta en él la fragmentariedad del mundo, la complejidad de un presente azaroso, intenta atrapar una realidad en conflicto mostrando su dialéctica interna, más íntima, su corazón en movimiento.
Las « imágenes rotas /sobre las que da el sol» de Eliot son, en este libro, la plasmación rota y dolorida de un mundo en crisis (son los tiempos de la guerra de Vietnam, de la lucha por los derechos civiles en Norteamérica, de la guerra fría) de un modo parecido a como en La tierra baldía —a pesar de la ideología radicalmente conservadora de Eliot, en las antípodas de la de Vázquez Montalbán— se filtra el mundo en desorden del Occidente de entreguerras. La mirada se carga de complejidad y escepticismo, de
inteligencia crítica, de desolación: «flotan sobre la grasa / verde del puerto / restos de todos los naufragios». Con este libro, el poeta barcelonés confirmó una trayectoria claramente personal, decididamente mestiza. Pese a su fuerte componente metaliteraria, pese a su cierta propensión a lo experimental, hay una clara búsqueda de un imaginario distinto, hay una mirada no complaciente hacia la realidad de su tiempo, una exigencia de transformación, una profunda aspiración de libertad.
Movimientos sin éxito
«Più nessuno mi porterà nel sud.»
Cuasimodo
Trabajador de sueños, sin embargo
escogió la realidad de un mercante griego
clavado en el océano como un islote
viejo de imposible primavera
y en el invierno
se bañó en las playas de Tasmania
hizo el amor en burdeles de Macao
—Kit la blanca le regaló un collar
de cebollas azules que no hacían llorar.
En el verano sintió la nostalgia
de las largas playas al lado de las vías
de trenes abúlicos, traviesas nudosas
y duras piedras rojas de corazón quemado
compró un garaje inmenso a orillas del mar
y escribió poemas sobre vírgenes rubias
de ojeras violetas
pasaban y se iban, no volvían
jamás
por eso decidió conquistar un país
sin historia con diez voluntarios reclutados
entre la gente más inútil de este mundo
pero en Wall Street les cambiaron las pistolas
por perros calientes y Ginger Ale amargo
hasta que en California les hicieron pruebas
para filmlets publicitarios de pasta de sopa
llegarían para conquistar América y América
les conquistaría con la sopa Swent
la sopa
que no engorda a los gordos ni adelgaza
a los delgados
pero que tampoco resucita a los muertos
y ya en Vancouver sintió la nostalgia
de los mares del Sur
en Macao Kit la Blanca
había muerto de alergia en brazos de un suizo
y las muchachas fornicaban por correspondencia
con granjeros australianos, plantadores de acacias
al por mayor
por eso fue lama en el Tíbet
y sufrió el poder de Mao Tsé Tung
descendió a los infiernos y al tercer día
resucitó de entre los muertos
con una estrella roja por corazón
Chin Pon
mas le prohibieron que la estrella girara
por órbitas remotas más allá de la frente
y le canjearon por rojos asesinos
de viudas
reaccionarias,
elegantes criminales de patillas blancas
asesinos de Miami, detenidos en Miami, cuando
se inclinaban sobre el escote de una dama
y musitaban
my dear, i read much of the night, and go south
in the winter
algo irritado, releyó
viejas lecturas, recuperó lugares no olvidados,
sombra de instantes perdidos para siempre
descubrió
que finalmente morimos de uno en uno
y se echó a llorar
a orillas del mar
la, lá, la, lá,
la, lá, la, lá.
Los espacios de la memoria
Al igual que ocurriera con Una educación sentimental, Vázquez Montalbán intenta indagar en los dos espacios de la memoria que habrían de caracterizar el conjunto de su literatura (incluso la narrativa): la memoria de lo vivido y la memoria que le ha sido comunicada/transferida por las generaciones anteriores, especialmente por la generación de sus padres, derrotados directos en la guerra civil.
En consecuencia, memoria propia y memoria heredada se alternan en las Coplas a la muerte de mi tía Daniela (1973), libro-poema en el que el verso se adelgaza y agiliza y en el que los ecos de Jorge Manrique y de la poesía castellana del barroco más temprano dan forma a una intensa y cruel (irónica y cáustica también) reflexión sobre el poder y sobre el anonimato de quienes, en verdad, hacen la Historia: «ningún caminante / de regreso /hubiera visto su nombre / luminoso / en las cúspides de la ciudad».
Daniela representa a los perdedores, a los que han vivido el entusiasmo de las primeras revoluciones y el silencio de la dictadura. En el fondo, las Coplas son un homenaje a una generación sacrificada. También un recorrido por las claves políticas, culturales, sentimentales, estéticas que han marcado la vida de quienes han sido testigos directos (y, en ciertos casos, protagonistas) de la realidad cotidiana bajo la dictadura derra y guerra civil de un lado y de posguerra y desarrollismo de otro, cabe ser leído e interpretado como una suerte de palimpsesto, de collage en el que el poeta intenta sintetizar la biografía derrotada de una «tía Daniela» que es la metáfora de un mundo esperanzado y humillado a la vez.
[…] por todo ello memoria traigo
para mi tía Daniela
Monterde Viader
o Viadell
nunca lo supo
hija de Sinarcas
ilustre fregona
mala lengua
cigarra
en el pobre hormiguero
proletario
de la España de charanga
y pandereta
devota de Belmonte
y de María
nunca supo
que mereció ser triste
el balance de su vida
ignorante
de la sabiduría que rebela
desespera
estetiza los cansancios
puso su corazón
al ritmo del instinto
y su cerebro
al de un cuplé
insustancial
no hablan de ella
las crónicas humanas
las lápidas
las estelas
las columnas
ni las nostalgias
de los hijos que no tuvo
los amores
que no le sobrevivieron
ni las olas
fugitivas como agua
en sucia
sumisión de vertedero
ningún caminante
de regreso
hubiera visto su nombre
luminoso
en las cúspides de la ciudad
de acero
en los cruces
de caminos
ni siquiera
en la memoria
de un papel a soplos
de un viento amarillo
sólo
mi voluntad
de constructor de siglos
ahoga en las palabras
la zozobra
de un remordimiento
la angustia
de un dolor concreto
irrepetible
acusación de un dedo
puro muerto
pequeña su vida
en el inmenso
recorrido de una historia
que comienza
en Rasputin
termina
en el primer sputnik
vela
el recuerdo de Lenin
el venerable
los gritos
de los niños del ghetto
de Varsovia
la muerte del vals
y del incienso
mas no cambió la Historia
de repente
débil
la carne pregunta
qué se hizo
de sus pétreos testigos
qué se hizo
de los constructores que siglo
veintiuno hicieron
más que veinte
y de su gloria cantan
enciclopedias
himnos
telefilms
superproducciones
en cinerama
ediciones
de heroica gestación
flores naturales
para poemas de Pemán
o Montale
vastas listas de firmas
preparadas
por Walter Lippmann
Jim
Reston
Bertrand Russell
Castellet
¿Qué se hizo
de las bellas
Goya Imperio Fornarina
que enseñaron
la expresión del amor
a mi tía Daniela
precariamente
necesitada de tres compases
para el orgasmo
proletario
por un marido remendón
y zapatero?
pasearon sus pechos
privilegiados
bajo los estucados
y sus diamantes
criaron verdines radiactivos
submarinas voces
de disco duro
las estrellas
junto al sol negro
que ilumina los recuerdos
¿Y qué se hizo
del Káiser y sus húsares
a caballo lento
tras Daniela y su zapatero
en Estrasburgo
luego en el Marne
cuando Madame
Lisié Lisió Lisiú
—nunca lo supo—
la obligaba a cantar
mientras limpiaba retretes
pompeyanos
con el ritmo poético
de morisca conversa?
nunca los idiomas
fueron su fuerte
no sabía escribir
ni ensartar los recuerdos
con palabras certeras
pero los húsares
murieron antes
sobre caballerías blancas
hundidos
en borbónicas landas de Francia
de don Antonio Maura
¿qué se hizo?
maldito cien veces
por un zapatero
federal
anarquista de café-concierto
jugador de mus
y pendenciero
arrullo de pañuelo de seda
blanco
como colada de lencería fina
que mi tía Daniela
mecía o maltrataba
al son de un jazz de fiesta
huidas de agua muerta
y del Lerroux
alejandrino
excitante de mentes
obreras
con paraísos de violencia
de coloso
violencias no aptas
para históricamente débiles
de corto suspiro
en callejones góticos
decidme
¿qué se hizo?
de la huelga de la Canadiense
de las lágrimas
de Daniela
a veinte metros de una barricada
cuando
los zapateros cantaban la Varsoviana
leían
resúmenes culturales
en los zaguanes
a escondidas de Martínez
Anido y sus muchachos
fugitivos
blancos como manchas nocturnas
y qué se hizo
del tigre Clemenceau
de la tigresa
Theda Bara
de los caballeros desnudos
que nunca llegarían
a Córdoba
de Hidalgo de Cisneros
Constancia de la Mora
de Rafael
carnoso y preproletario
señorío de la adelfa
Alberti
como tenor o clown
de carrusel prohibido
de Primo
de Rivera
el valiente
general
de la causa insustancial
escapado
de un sainete verbenero
trasnochado chotis
oh chaslestón
charlestón
rey de breves pechos
planos
nunca te bailaron
los generales
de gobiernos provisionales
qué se hizo
de tanto fantasma lejano
del serrín
del pie de hierro
colado
y de la horma
horrible
como pie de hombre
insuficiente
las vedettes del mundo
lo gozaron
efímeras menciones de manual
homenajes
en municipalidades de París
oscuramente rojas
para oídos
de costoso tabicado
para ojos
de exigente viaje
compusieron
un show de entreguerras
ligero como un humo
de Ravel
a la memoria
de un presentimiento
ellos
no tuvieron más hijos
que la República
promesas
de matronas picassianas
hechos
de levitones copistas
la madurez
obligaba sus noches
búsqueda
de rostros niños
gordísimas
papiriformes
columnas de futuro
la riqueza
de sus músculos
alimentaba
el sueldo de Gil-Robles
de Sanjurjo
la fina garganta
de María Fernanda
Ladrón
de Guevara
y los toros
les llenaban los ojos
domingantes
de salpicón de chispas
salmuera
oro y grana
gigantes
pequeños
alzaban su alegría
atletas
cigarras constructoras
de pirámides
Ramsés no tuvo
esclavos anarquistas
ni Roma conoció
esclavos de gala
toquilla carmesí
media de seda
corpiño de satén
y blusa blanca
peinado de charol
diez ondas lentas
pie breve en un jirón
de almidón piedra
él traje cruzado
chaleco en punta
corbata seda loca
como una llama
llavero plateado
mocasín blanco
puntera mascarón
gorra de plato
gris
la elegancia del pobre
príncipe de Gales
Léon
Blum imponía la moda
de la atlántica
moderna socialdemocracia. […]
El amor y el erotismo
Ese amor a las raíces que se expresa en las Coplas se convierte en erotismo en A la sombra de las muchachas sin flor (1973), libro en el que vuelve a los imaginarios que apuntaban en «Ars amandi», capítulo de Una educación sentimental que creo conveniente analizar y valorar aparte, junto con el resto de su poesía amorosa.
Si entonces el amor era descubrimiento, tanteo, celebración de lo inaugural, aquí es madurez, pérdida de la inocencia, dolor y conciencia de muerte, espacio sagrado y maldito a la vez: no en vano, se subtitula «Poemas del amor y del terror». Como no podía ser de otro modo, la poesía amorosa de Vázquez Montalbán aparece trufada de claves culturales, sociológicas, políticas: no de otro modo cabe entender la sentimentalidad y el amor en un mundo contradictorio, en el que los amantes están sometidos a las mismas exigencias y servidumbres que el conjunto de la sociedad. Lo lírico en el sentido más tradicional se combina con la conciencia de vivir una relación de «amor en tiempos difíciles», lo que se traduce en una poesía en la que la ternura y la desolación se combinan e interrelacionan. Aunque su poesía amorosa se encuentra en A la sombra de las muchachas sin flor y en el apartado «Ars amandi» de su primer libro, es posible acceder a su totalidad, es decir, con la inserción de varios poemas inéditos aparecidos en los años setenta en la revista La Ilustración Poética Española e Hispanoamericana (procedentes de un libro perdido durante un viaje por Grecia, Poema de amor de la dama de ámbar) y de varios fragmentos de Rosebud , su libro inédito tantas veces anunciado, en el volumen Ars amandi , publicado en 2001.
Hölderlin 71
I
Venenosa paz
la de los árboles lentos
es posible morir
de olvido y perdón
el eucalipto huele a invierno
la mimosa anochecida
amortaja
cerca el mar es una red azul
llena de muchachas carnales
veleros resucitados por el verano
los vientos
esparcen los eructos de una Europa
mediocre y feliz
borradas las estelas de los dioses diluidos
nos queda el pan y el vino
mientras agonizamos
II
Ya se diluyeron los dioses
aquellos días en que a su luz
la realidad parecía ser propicia
ahora
el áspero fieltro del horizonte
las ruinas de los deseos
sus cascotes
de ladrillos en perpetuo derribo
todo conduce a la mediocre
ternura
por un desamparo compartido
hijos
de la ira sin padres suficientes
abandonados por el absoluto
fugitivos del paraíso
desahuciados para la rehabilitación
no venderemos el alma al dinero
ni a la Historia
¿nos bastará el pan y el vino
la entrega sospechosa de otro cuerpo
pasajero?
o la constante tentación del suicidio
esa tenaz insistencia de héroes
subempleados.
Su reflexión sobre la crisis del comunismo
Manuel Vázquez Montalbán reflexionó, y mucho, sobre la caída de los imaginarios emancipadores que construyó la izquierda europea. Lo hizo a propósito de las aberraciones del estalinismo y lo hizo, sobre todo, tras el Mayo del 68 y tras la primavera de Praga y, sobre todo, tras la invasión soviética posterior. Quizá lo que canalizó a través del ensayo y del periodismo tuvo su trasunto lírico en Praga (1982), un libro intenso y breve lleno de significados. La Praga de Vázquez Montalbán es la capital checa, sin duda. Pero es también Barcelona y, en el fondo, cualquier ciudad contemporánea amenazada por la barbarie. Praga es el símbolo de las contradicciones del marxismo occidental de finales de los años sesenta. Pero es también la metáfora de la ciudad vencida de la niñez y de la adolescencia del poeta: «nací en la cola del ejército huido / me quedé a la luz del centinela / y os pedí prestados aire y agua / en barrios que os sobraban».
Es también la Praga de Kafka, la ciudad que vive la opresión de un idioma propio, el checo, por otro foráneo, el alemán, del mismo modo que, bajo el franquismo, Cataluña vivió una experiencia parecida teniendo como víctima el catalán. Pero es también la ciudad del mestizaje, del encuentro entre culturas, entre lenguas. En poemas breves, con una estructura de libro-poema (o de poema-libro), el poeta araña en las incertidumbres del presente y muestra una visión desoladora, pesimista, de los sueños de liberación.
Las calles no conducen a final ninguno
Ni las palabras
por ejemplo: adiós melaza soy
mas no es cuestión de calles ni lenguajes
de extranjeros encuadernados en piel humana
acaso los tanques urbanos sean lo definitivo
entren salgan estén los invasores paisaje
interior o retrato de ciudad con tanque
falsamente extranjero
inacabadas las idas y las muertes
Mozart dejó incumplida la K quinientos cuatro
primera sinfonía prerromántica
se ignora por qué razón suprimió el tradicional minué
tal vez le bastara el chiste musical inmotivado
dramma giocoso situado entre Las Bodas y el Don Juan
Mozart era tan amado en Praga
que hasta los mendigos cantaban fragmentos de Las Bodas
y en el estreno de la K quinientos cuatro
masones y mendigos no necesitaron del cuarto movimiento
para agotar las localidades y encargarle el Don Juan
y fue en Praga donde el viejo Casanova
bibliotecario I has been posó para el Don Juan
fascinado por la lenta monumental introducción de Praga
precursora del Beethoven de la Segunda sinfonía
música de fondo para expediciones de alcoba y memoria
ingratitud de Mozart hacia sus adoradores
hermanos masones de A la verdad por la Unión
que le consideraron la encarnación de la Armonía
eligió morir en Viena cerca del Poder
lejos de Praga ciudad inacabada
para sinfonías inacabadas
ciudad de judíos que escribían en alemán
de calles y palabras sin final alguno
de invasores insuficientemente extranjeros
o acaso no sea Praga una ciudad una sinfonía
ni la Historia ni una vida ni este libro
La huida y la señal de la muerte
La huida, las huidas y los regresos, las islas, tan visibles en novelas como Los pájaros de Bangkok o Los mares del sur , paradigmas de una felicidad imposible, de la búsqueda de la utopía, serán parte esencial del hilo conductor de Pero el viajero que huye (1990), verso del tango Volver que da título a su sexto poemario.
Este libro es la metáfora de un largo viaje y una reflexión sobre el viaje, sobre el alejamiento de las raíces, de la ciudad originaria. También es una meditación sobre la muerte, sobre los límites entre realidad y ficción, sobre el lenguaje como constructor de mundos. En esa meditación, realizada en muchas ocasiones desde la distancia de quien vuela de un continente a otro, Vázquez Montalbán se acerca, con trece años de antelación, a lo que fue su muerte: se trata de un breve poema en el que se alude a un viajero de paso «condenado» a morir, sólo, en el aeropuerto de Bangkok. El final de este volumen, que concluye con un poema cuyo primer verso es «Definitivamente, nada quedó de abril», es la escenificación lírica del regreso a «la primera patria», al territorio de la infancia, a la imagen de la madre muerta.
Sin otra vida que el sentir del tiempo
Era necesario llegar a Kho Samui
A la derecha un Buda marinero
se sienta en su península
islotes diluvianos
el mar construye el verde de la jungla
para mimar el surco del sampán remiso
golfo de Siam
en playa Lamai un falo berroqueño
levanta quehacer de hombres y de piedras
cuerpos son
cansancio entre dos trópicos
van al torrente para brillar de agua
yace en sus ojos el blanco y la sonrisa
del animal de harturas inocentes
cocos
bananas pollos cerdos negros
turistas
con zarcillo en una oreja fugitivos
del invierno en el centro del Imperio
ni siquiera
Visa Dinners Club American Express Carte Blanche
acaso
mecheros de Penang Yamahas detergentes que lavan amarillo
aquí está el mundo que Conrad navegaba
más allá de su intención de Imperio
inciertas naves para estelas sin regreso
por el placer del mar y la distancia
en la piel el sudor del paraíso
la lluvia en su destino
de arrozal cascada o nube oscura
humano el blanco arroz el pez propicio
mil frutas en los árboles falos
entre las blandas
esquinas de la nube mujer de teca
lejos tan lejos del Bangkok cercano
donde se vacía el Imperio en sus esfínteres
al pairo
por aquí navegó Conrad para escribirse
novelas de aventuras con que entender la vida
desde el Nara Lodge merecería un Goethe
Kho Samui
pues ojos olímpicos precisa el paraíso
aunque su ruina
la anuncie el bulldozer que parcela
la selva para el blanco fugitivo
de un mundo parcelado
lluvia de invierno donde el invierno yerra
inventa nieblas sobre el dorsal crujiente
de islas dragoneras
fantasía de jungla irreparable
entre el resol poniente recuento mis ausencias
lejos estáis amores alienantes nostalgias
o distancias cuestionan la violencia
de agradecer el amor
cuestionan las creencias primario es el sentido
del calor y la vida
mas yo presiento muerte
de mis seres queridos
el final de mi juventud vencida
y el invierno para el deseo del cuerpo ensimismado
decrece la estatura la moral su sentido
lo sabido
hasta ser tamaño del cangrejo blanco
loco
que sale al paso del extranjero alunizado
para esconderse al olor de otra locura
y desde el agua contar fábulas siamesas
paseaba San Agustín por esta playa
cuando a un niño vio llenando de agua
el agujero abierto por un cangrejo blanco
¿qué haces niño
en tu afanoso acarrear de agua?
vacío el mar
contestóle el pertinaz enano
y dijo el santo
necio el afán y el empeño vano
mas la jactancia
del jactancioso santo fue contestada
con saber de sabio
igual quimera es tu pregunta huera
sobre el sentido de Dios y el Universo ciego
en Kho Samui
San Agustín ex águila de Hipona
comprendió
que sólo debiera comprender
cuanto sirviera para morir sin miedo
mas no fue tanta
mi suerte no hubo enano
y fue en Kho Samui
donde me vi olvidado en el fondo del mundo
sin otra vida que el sentir del tiempo
y el temor creciente de no vivir dos veces
era preciso llegar a Kho Samui
para ignorar preguntas contestadas descubrir
el silencio estancado en el cubil de las palabras
emitir el grito que contesta
la soledad moral de las estrellas
Desde Pero el viajero que huye va apareciendo en sus poemas una mirada diferente sobre el mundo, ya no esa visión de juventud de que se puede cambiar el mundo, sino que lo disecciona. El escritor era muy consciente de esa evolución. “En el ejemplar que me dedicó de Pero el viajero que huye pone en la dedicatoria ‘en este fin de ciclo”.
La ciudad del retorno y del futuro
Memoria y deseo (Obra poética, 1963-1983),
introducción de José M.ª Castellet, Barcelona, Seix Barral, 1986
Ese «viajero que huye», cerrará, por tanto, su itinerario en Ciudad (1996) en una suerte de retorno al origen («Oh ciudad de la plenitud / que cimentabas esperanzas / en los dioses y en los signos»), de acercamiento al Rosebud de un sujeto lírico que es, más que nunca, el propio poeta: «una canción de Glenn Miller, Canta el petirrojo en diciembre… que alguna vez escuché de niño en una ciudad donde habitan muertos que sólo yo recuerdo», escribió el propio poeta en el epílogo a su último libro de poemas publicado. Esa canción, cuyo estribillo utiliza como hilo conductor de Ciudad, es el apoyo cultural (y sentimental) de un recorrido de lenguaje que bascula sobre una dualidad permanente: la memoria y el deseo, dualidad que, por otro lado, está presente desde los primeros poemas de Una educación sentimental.
La memoria como territorio de las raíces de un sujeto poético que las vio crecer en la realidad gris y silenciada de la posguerra; el deseo como pulsión utópica, como espacio de la imaginación liberadora y de la inteligencia crítica. Esa tensión, hecha con un lenguaje lleno de rupturas, iluminaciones y extrañezas, llena de puertas que conducen a sus novelas, salpicadas de referencias e intertextos, se mantiene e intensifica en sus textos poéticos inéditos. Su poesía es compleja y viva. Una poesía que, en principio, desconcierta, pero que en la relectura cobra una densidad emotiva y una riqueza semántica poco frecuentes. Una poesía que se carga de sentido y de referencias. De «tiempo significante», que diría el propio Vázquez Montalbán.
III
Ciudad de cauces de sangres de plomo
y taxis varados por las ratas de agua
expertos trompetas en juicios de faltas
y ante el horror de la ciudad sumida
retorne el extranjero a su patria propicia
la memoria
largo viaje el retorno que te ultima
por acantilados de agua sucia
hacia pozos terribles las simas
ciegas donde habiten la depresión
la muerte
tentación y el recuerdo atávico de la nada
los agujeros negros y la materia oscura
será la muerte caerse al lago del tiempo
en las líneas del cielo las ciudades vividas
adiós a las esquinas inciertas
a las pieles
propicias siluetas de la compasión
geometría de saberes que ya no consuelan
en la barca se alejan los seres vividos
no extrañan el naufragio miran con respeto
la evidencia de que se muere ahogado
que ya no formas parte del resto del viaje
adiós querido
parece que fue ayer la vida
perplejo y aliviado por el último abismo
esperas otro lago otros rostros otros ojos
asomados al límite entre el agua y la muerte
ellos se van al encuentro de su tiempo
ya no podrás verles cuando tengan naufragios
y se caigan de barcas que no les deseas
en este mismo lago de aceites sin fondo
desprotegido más allá de tu vida buscas
la ciudad donde mora el deseo sin límite
a medida que tocas con los pies los tejados
de ciudades hundidas donde moran tus muertos
son sustancia de cieno y de plantas malditas
mecidas por el pesado aceite del lago inevitable
qué lento horror el de las hondas simas
donde vagan flotantes los más tristes ciegos
inútil el recurso de recordarte anfibio
no se debe no se puede no se sabe no se vuelve
pagadas las deudas enterrados los muertos
se ha llegado al fondo de la ciudad terrible
fin del lago oleoso lleno de velas blancas
y ramas verdes
Portada de la última edición de Poesía completa
Su obra inédita
Desde 1996, Vázquez Montalbán venía trabajando en un proyecto poético dirigido a ahondar en la búsqueda de las raíces y al que hemos hecho referencia en varias ocasiones a lo largo de este artículo: Rosebud. Ese vocablo que utiliza Orson Welles para concluir Ciudadano Kane, es una obsesión que, a lo largo de la vida de Vázquez Montalbán, impregnó sus reflexiones sobre poesía y, sin duda, sus versos. Pero su obra poética inédita tiene un complemento no desdeñable. En el año 2000, como homenaje al pintor Benet Rossell, escribió veinte poemas (en realidad se trataba de partes de un poema unitario) bajo el título Teoría de la famosa almendra de Proust. Sólo fueron publicados en una edición para biobliófilos, por lo que su difusión fue extremadamente limitada.
En esa colección no es difícil advertir la tensión introspectiva que preside el último apartado de Pero el viajero que huye y el conjunto de Ciudad. La almendra, que suplanta a la magdalena proustiana, es el núcleo originario, fruto «cerrado y pobre» como la cebolla de las Nanas de Miguel Hernández. En ella anidan vida y muerte (es «misterio», es «alma», «el ciclo / de toda vida conduce a toda muerte»), vive la infancia. Aunque el
origen anecdótico de estos poemas es la contemplación de una obra pictórica,
tienen vida propia, autonomía plena al margen de la pintura a cuya luz
nacieron.
Manuel Rico, explica que “Manolo empezó a escribir Rosebud hacia 1994, después de acabar Ciudad” (1996), su último poemario publicado en vida. Rosebud, el famoso trineo de Ciudadano Kane, ¿recuerdan? Kane recordaba en su agonía; Vázquez Montalbán recordaba mucho en sus últimos años. Rico nos cuenta: “Es un libro totalizador que cierra el ciclo iniciado en Una educación sentimental [1967] y en el que acaba volviendo a la infancia, a la madre. También está presente la necesidad de reflexionar sobre los orígenes ya en la antesala de la vejez. Desde Pero el viajero que huye [1990] va apareciendo en sus poemas una mirada diferente sobre el mundo, ya no esa visión de juventud de que se puede cambiar el mundo, sino que lo disecciona”.
El escritor, sigue Rico, era muy consciente de esa evolución. “En el ejemplar que me dedicó de Pero el viajero que huye pone en la dedicatoria en este fin de ciclo”.
Manuel Vázquez Montalbán se compró un ordenador portátil poco antes de su viaje sin retorno a Australia y metió en él los proyectos en que estaba trabajando: Milenio, un libro sobre fútbol, y dos de poemas: Rosebud, inédito y acabado, y Teoría de la famosa almendra de Proust. Quedaron otros 20 poemas escritos en 2000 en homenaje al pintor leridano Benet Rossell.Fueron publicados en un libro de bibliófilo de edición muy limitada.
Adiós adiós siluetas construidas
con más memoria que deseo acaso
mas tu serás el aura que abandona
como abandona la última mirada
que te sumerge en el aceite de la muerte.
(De Rosebud, en Poesía Completa. Memoria y Desei, de M. Vázquez Montalbán. Ed. Península. Barcelona, 2008)
Son una muestra del vigor creativo de Vázquez Montalbán en los últimos tiempos. Explican, por sí mismos, su persistencia en considerarse, por encima de todo, poeta.
El 18 de octubre de 2003 a Manolo se le paró el corazón en el aeropuerto (precisamente) de Bangkok.
Más información:
Manuel Rico: Algunos de mis recuerdos del Manolo Vázquez Montalbán poeta, diez años después, martes, 8 de octubre de 2013.